jueves, noviembre 23, 2006

Mitos y Leyendas

De:Victor Ahmed
Rodrigo Díaz de Vivar (EL CID)

1043 - 1099 (Burgos, España)

"El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga".

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid (señor, en árabe), es el más universal de los héroes españoles, encarna el prototipo del caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...

A pesar de la distancia que nos separa de su vida, conocemos con bastante exactitud su historia. Mucha leyenda le rodea, pero, su figura ha sido estudiada con gran rigor por grandes especialistas, gracias a ello, conocemos la personalidad del caballero burgalés, los hechos que hicieron sus días, su vida familiar, y hasta su caballo y espadas son bien conocidos en la historia.

Sus restos y los de Jimena, su esposa, descansan en el centro de la catedral de la capital de Castilla, Burgos.

Nació en fecha incierta hacia mediados del siglo XI (quizá entre 1043 y 1050) en Vivar del Cid, a escasos 10km de Burgos. Era hijo de Diego Laínez (infanzón de Vivar, de la nobleza menor, guerrero en las luchas contra los navarros) y de Teresa Rodríguez, hija de Rodrigo Álvarez. Su abuelo por vía paterna era Laín Núñez quien aparece como testigo en documentos expedidos por el Rey Fernando I de Castilla y según la leyenda descendía de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. Al quedar huérfano de padre, se crió en la corte del rey Fernando junto al príncipe Sancho, de cuyo séquito formaba parte.

Fue investido caballero alrededor del año 1060, en la iglesia de Santiago de los Caballeros (Zamora) por el príncipe Sancho. Entre 1063 y 1072 fue el brazo derecho de Sancho y guerreó junto a él en diversas batallas. Probablemente, fue en la batalla de Graus (1063) donde peleó por primera vez, como aliado del rey taifa de Zaragoza, Al-Muqtadir. Fue nombrado alférez del rey cuando Sancho accedió al trono de Castilla (Sancho II) en 1065, quedando, por lo tanto, al mando de la milicia real.

En 1067 obtuvo el título de Campeador (Campidoctor) al vencer en combate singular a Jimeno Garcés, el alférez del rey de Navarra, para dirimir una disputa por unos castillos fronterizos en la llamada Guerra de los Tres Sanchos.

Como jefe de las tropas reales, acompañó a Sancho en la guerra que éste mantuvo con su hermano Alfonso VI, rey de León y con su hermano García, rey de Galicia, con el objeto de reunificar el reino dividido tras la muerte del padre. Desempeñó un papel notable, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho II se adueñó de León y, a continuación, de Galicia.

Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Díaz de Vivar, sitió la ciudad, pero murió asesinado por el noble zamorano Bellido Dolfos.

Alfonso VI sucedió a su hermano en el trono del Reino de Castilla y en el de León. En su calidad de alférez real, tomó juramento a Alfonso VI (Santa Gadea, 1072) de no haber intervenido en la muerte de su hermano Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.

A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.

En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.

En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste de la taifa zaragozana, atacando Morella. Al-Mundir, señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió de nuevo a Sancho Ramírez, que le atacó el 14 de agosto de 1084. De nuevo el castellano se alzó con la victoria, reteniendo a dieciséis nobles aragoneses, que al fin liberó, tras cobrar su rescate.

Durante esta etapa el Cid utilizó a su primera espada llamada la COLADA. Más tarde adquirió la TIZONA, perteneciente a un rey de Marruecos y hecha en Córdoba. Con las dos espadas dio mandobles por doquier y con justicia, además de ir acompañado de su caballo pura sangre andaluz, Babieca.

Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.

El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.

En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.

En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.

Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.


Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.

El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.

El Cantar del Cid

Ni el mismísimo Cid podía imaginarse la trascendencia de su vida tras su muerte. Todos los juglares de los siglos posteriores a su muerte contarían en forma de cantares de gesta su vida y sus hazanas, así como también inventarían su leyenda.

Varios son los escritos sobre el Cid, pero destaca sobremanera el llamado Cantar de Mio Cid (nótese que no es Poema sino Cantar, ya que como letra de una canción ha de ser tomado y no texto de poema).

Así pues, El Cantar del Cid, es una canción recitada por los juglares de aquellos tiempos medievales. El texto que nos ha llegado, es una transcripción de un copista llamado Per Abbat en un manuscrito (del s. XIV, conservado en la Biblioteca Nacional). Aunque hay quien opina que pudiera ser el autor y no mero copista.

El manuscrito, al igual que su "primo" de La Chanson de Roland, no es de gran belleza y contiene varias faltas, algunas corregidas, esto es debido a una finalidad de uso por parte de los juglares y no para más altos menesteres.

Es posible que ya existiera un primitivo Cantar del Cid en 1120, aunque piensan los expertos que no seria de contenido como el conservado hasta 1207.

"Cuando iba Mío Cid el castillo a dejar
los moros cautivados se empiezan a quejar;
Te vás Mío Cid? Contigo nuestras plegarias van,
pagados quedamos, señor, de tu bondad.
Cuándo dejó Alcocer, Mío Cid, el de Vivar,
los moros y las moras pusiéronse a llorar".

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